Por: Sandra Martínez
En el bullicio de la enorme ciudad de México, donde las luces parpadean y la prisa se convierte en norma, existe un rincón mágico, un espacio fugaz donde el tiempo se suspende: el teatro. Este relato narra la experiencia tras bambalinas de la obra “El Cantar de Rolando”, una producción teatral de Paola Izquierdo, que transporta a los espectadores a un universo donde la realidad, la fantasía y la magia entrelazan sus hilos.
Al entrar al foro de La Gruta la penumbra da paso a un juego de sombras y luces tenues. Se vive la emoción, la incertidumbre y la maravilla del pequeño set que se encuentra acomodado perfectamente. Los murmullos y ruidos de asientos se pueden percibir en el aire mientras todos ocupan su lugar. También algunas risas de niños.
La espera no es larga, porque en el horario estimado se lanza la tercera llamada para el espectáculo. Comienza y el público queda atrapado en un torbellino de emociones. Las luces danzan al compás de las acciones y palabras de nuestro personaje Rolando. Muy vivo, dinámico y mágico a su vez. Desde el momento que sale al escenario se siente su vibra de felicidad y pasión.
Y aparece el otro gran personaje desde la oscuridad, quien es el contador serio, enojon y desesperado de la historia. En la sala, las risas y los aplausos se mezclan con los efectos de sonido de la obra. Los actores dan vida a personajes que resuenan en los corazones del público.
La sincronía qué se siente es maravillosa, ya que desde los actores, tras bambalinas y producción hacen un trabajo en equipo tan cuidado y perfecto para que se pueda apreciar el encanto de la obra.
Los actores hacen un trabajo muy bueno que conectan con su público, que se ríe, se emociona, grita y varias voces pequeñas pueden ser escuchadas en diferentes momentos de la obra. Tanto adultos como niños disfrutan los trucos de magia del maravilloso Rolando y más impresionados al ver a su ayudante en acción.
Una cosa que hace más profunda y especial está obra es la música con la que se acompaña, ya que da perfectamente con los tonos y sentidos de lo que se busca proyectar. Un viaje espectacular no sólo de vista sino también de oído.
Llega el final, pero la magia persiste en el aire. Frente al escenario, los actores se abrazan, compartiendo la energía de una actuación memorable. La audiencia, aún absorta en el hechizo teatral, se despide con la certeza de haber vivido algo único, algo que solo el teatro puede ofrecer. Con gritos, aplausos y palabras de felicitación despiden a estos dos grandes personajes.
“El Cantar de Rolando”” deja su huella en el corazón de quienes participaron y presenciaron su encanto transitorio. En la salida del foro, los murmullos de los espectadores se mezclan con el eco de los aplausos. La magia continúa, no solo en el escenario, sino en la memoria colectiva de aquellos que fueron testigos de esta experiencia teatral única.
En este rincón de la ciudad, el teatro no solo es un espectáculo; es un encuentro con lo humano, un viaje donde los límites de la realidad se desvanecen, y la
imaginación cobra vida. Así, “El Cantar de Rolando” se convierte en un capítulo más de la rica historia teatral, recordándonos que, en el arte escénico, cada función es una oportunidad para tejer nuevos hilos en el tapiz de nuestras emociones.