Por: Raúl Arturo Hernández Malváez.
Todos conocemos el dolor. Hay heridas que nunca sanan por completo, cuya historia nos acompaña literalmente en la carne, hondo en los huesos, más profundo en el cerebro y todavía más intensamente en el alma. En el corazón y el espíritu coexisten la angustia de la muerte y la vida, con su gloria y su miseria. Ser humano es una experiencia impresionante y para centenares de millones ni siquiera es llevadera, por culpa del dolor.
El stress laboral y post traumático, la ansiedad, depresión, insomnio, adicciones, trastornos alimenticios, neurosis y alcoholismo nos generan sufrimiento; el aislamiento, soledad y el desamor, el tedio, la inseguridad pública y la violencia, la desigualdad, pobreza y marginalidad, el abuso de poder y los grandes crímenes contra la humanidad, la contaminación de la Tierra y el espacio, la deshumanización de pueblos enteros en pro del avance corporativo, minero, militar, bancario, petrolero y farmacéutico de los imperios del mundo; la guerra, la maldad de nuestros semejantes y nosotros mismos, el peso de nuestras malas decisiones nos lastiman tanto como las enfermedades, los accidentes, las fieras o los elementos.
Siempre ha existido cierta ironía en que sea el veneno nuestra principal fuente de alivio. Es de la riqueza natural que la ciencia se ha valido, para aprender química del cuerpo y en especial del sistema nervioso. Gracias al análisis químico moderno de las moléculas presentes en la historia desde hace milenios, la farmacología ha desentrañado el poder de las plantas y los remedios que los antiguos consideraban de origen divino. Sería la ciencia entonces reconocida y venerada como Alquimia genuina, cuyo alto saber acude con autoridad ante cualquier dolor para aliviarlo, donde fallaban el láudano y el alcohol.
No es menor el asombro que genera en la actualidad el alcance del saber científico. Solo es superado por la ambición desmesurada de quienes aprovechan los magníficos avances en la lucha contra el dolor, para acaparar los remedios, especular con sus costos, restringir sus medios de producción o controlar su mercado, valiéndose de la brutalidad y la cruel indiferencia por la vida o el bien común, ejerciendo cualquier clase de abuso en su persecución del bienestar material que brinda el dinero en grandes cantidades.
Es bien sabido que entre las mafias hay códigos de honor que cada día se respetan menos, las mujeres, ancianos, niños e inocentes no escapan ya al fuego de la guerra, sabemos también que no importa cuál sea, si existe demanda habrá quien la satisfaga, por muy inescrupuloso que sea garantizar la oferta.
Así es como vislumbramos el actuar de criminales, más poderosos que los aparentemente intocables capos del narcotráfico, con gran sorpresa de encontrar entre ellos a los accionistas, ejecutivos y equipos legales de la industria farmacéutica multinacional, congresistas estadounidenses, gran parte del gremio médico y hasta la industria musical y del espectáculo en el más alto nivel.
Hemos convivido con los problemas de adicción masiva al opio y sus derivados desde hace cientos de años y en docenas de países, convirtiéndose así el consumidor de heroína o “junkie” en un estereotipo del adicto fuera de control que arruina su vida en poco tiempo y termina en situación de calle o en la cárcel, con los brazos y las venas infectados por usar tantas agujas e incapaces de funcionar socialmente. Desafortunadamente, no solo quienes tienden a abusar de las sustancias están en peligro de padecer una adicción a los opioides, citaremos varios ejemplos, comenzando por el estado de indefensión en que el gobierno yanqui deja a sus veteranos, lesionados en lo físico y lo psicológico, inermes ante la práctica empresarial de negar los daños lo suficiente para maximizar sus ganancias, corrompiendo a numerosos médicos y convenciéndolos de recetar excesivamente a pacientes de ortopedia, traumatología, oncología o psiquiatría por igual, amas de casa y adultos mayores, oxicodona con acetaminofeno (percocet) o hidrocodona con paracetamol (vicodin), sin suficiente seguimiento clínico para evitar crear un hábito, sumando a la problemática la irresponsabilidad del público que los utiliza de manera abusiva, se automedica o las emplea de forma recreativa, mezclando grandes cantidades de codeína con prometazina en sodas con dulces, o mezclando robitussin o clonazepam con alcohol y popularizando su consumo mediante la apología que hacen principalmente exponentes del género musical urbano.
Mezclar distintos medicamentos o tomarlos con alcohol ha causado miles de muertes en todo el mundo pero en Estados Unidos y Canadá los casos de sobredosis se han disparado en la última década, paradójicamente en ciudades que tienen los más altos índices de desarrollo humano en el mundo, como Vancouver. Siendo notable la creciente cantidad de figuras reconocidas en la farándula, así como su notoriedad, que fallecen a consecuencia de este problema, encontrando finales trágicos, más impactantes si es posible por darse entre personas que vivieron el éxito y coincidió su destino con el de quienes lo perdieron todo.
A continuación, una relación breve de personas famosas fallecidas por sobredosis y las sustancias encontradas mediante ciencia forense en sus respectivos cuerpos. Se le brinda atención especial a los casos relacionados con morfina, codeína, heroína, hidrocodona y oxicodona, incluyo también casos de sobredosis por bromuros, analgésicos, sedantes, hipnóticos, relajantes musculares y anestésicos quirúrgicos, barbitúricos, benzodiacepinas y sus interacciones. Hago énfasis en que la mayoría son medicamentos recetados y que el alcohol es legal. En varios casos se especula sobre las circunstancias misteriosas que rodean las muertes, considerando que algunas no fueron accidentales sino provocadas, situación muy probable toda vez que son sustancias relativamente accesibles al público en general.
River Phoenix – Morfina y Cocaína.
Jimmy Hendrix – Barbitúricos.
Janis Joplin – Barbitúricos.
Jim Morrison – Heroína.
Paul Gray – Morfina y Fentanilo.
Mac Miller – Fentanilo que le vendieron como si fuera alprazolam, cocaína, alcohol.
Layne Staley – Heroína con cocaína.
Wayne Static – Oxicodona, alprazolam (Xanax), alcohol.
Sid Vicious – Heroína.
Philip Seymour Hoffman – Heroína y cocaína.
Michael Jackson – Propofol con lidocaína, diazepam, lorazepam, midazolam.
Umaga – Hidrocodona, carisoprodol, diazepam.
Brian Adams – Buprenorfina, carisoprodol, clordiazepóxido, alprazolam.
Nick Adams – Paraldehído, promazina.
Lil Peep – Hongos alucinógenos, marihuana, cocaína, fentanilo, alprazolam, hidrocodona, hidromorfona, oximorfona.
Skye McCole Bartusiak – Difluoroetano (aire comprimido), hidrocodona, carisoprodol.
Heath Ledger – Oxicodona, hidrocodona, diazepam, temazepam, alprazolam y doxilamina.
Prince – Fentanilo.
muy completa esta segunda parte…
muy buena secuencia en los relatos
Muy buen segundo articulo, esperando el siguiente, felicidades